Cuando somos niños, la vida puede ser un misterio aún más abrumador que cuando crecemos y logramos entender partes fundamentales de nuestra historia. Ser los hijos no deseados, entonces, se puede transformar en algo peligroso para nuestra psiquis.

Cuando niños. Los sentimientos que nos son demostrados son importantes para nuestro desarrollo mental, social y personal. Si nos sentimos los hijos no deseados despojados del amor maternal o paternal, podríamos crecer con desordenes en la personalidad. Padeciendo un trauma difícil de superar en la edad adulta.

Los hijos no deseados

El sabernos amados, cuidados, protegidos por quienes deben asegurar nuestro bienestar, es sin dudas, el eje principal de un crecimiento ejemplar.

Los hijos no deseados

Pero ¿qué sucede si no es así?. Si en vez de estar rodeados de cuidados y amor, se nos demuestra que somos una carga. Es decir Los hijos no deseados. Un error del que somos culpables por nuestra existencia.

Quizá. El énfasis no sea puesto en la niñez en sí, sino en la llegada de nuestra adultez. Donde debamos aplicar todas las enseñanzas que hemos recibido desde pequeños.

Y es ahí mismo, donde surge nuevamente el trauma del desamor.

Supongamos que hemos podido adaptarnos al medio en que vivimos. Hemos logrado avanzar y socializar correctamente con nuestros pares, y llega el momento de procrearnos, de convertirnos en lo que fueron nuestros antecesores y comenzar a enseñarle a alguien más, cómo ser mejor que nosotros.

Bien, quizá a esta altura. Ya ha desaparecido nuestro dolor de ser recibidores de regaños constantes. De golpizas frecuentes y de frases como”si tu no hubieras existido”, tal o cual cosa…

Y si las cosas nos han salido bien, seguramente seremos conscientes de traer una nueva vida, que colmará de plenitud nuestra presencia humana.

Se repite la historia

Pero ¿si no es así?, ¿si no estamos capacitados para hacernos cargo de un nuevo ser, nos convertiremos en nuestros padres?

Veamos entonces, si hemos decidido una paternidad responsable o no, el caso puede ser el mismo. Pues, si aún conservamos vagamente recuerdos dolorosos de frases y momentos donde fuimos blanco de la negación paternal de nuestros adultos responsables. Cabe la posibilidad de que se repita la secuencia, o no.

¿De qué depende? de cómo hayamos crecido, si lo hemos hecho, claro está.

Porque no podemos convertirnos en padres, si aún seguimos siendo aquellos niños dependientes de afecto, emocionalmente dependientes del ánimo y la crítica de alguien más.

Los hijos no deseados: Padres no deseados

Porque si es así, es casi seguro que seremos esos padres no deseados. No queriendo hacernos cargo de las necesidades y requerimientos de un niño, al que veremos como a nosotros mismos de pequeños y comparando su actitud con la nuestra.

Estaremos en la vereda de enfrente, no entendiendo a nuestros padres, pero sí poniendo excusas para zafar de pasar tiempo con nuestros hijos.

O quizá, peor aún, nos situemos en nuestra propia historia. Creyendo ser ese niño y sobreprotegiendo, anulando su voluntad e instalando la nuestra en su lugar.

Porque pensamos que tenemos una nueva oportunidad de hacerlo mejor esta vez. Que nacimos una vez más. Para convertirnos en lo que queríamos ser y no se nos fue permitido.

En uno u otro caso, la realidad es nefasta. Ni vernos como algo que no tiene remedio y fue un error irreversible, ni ser lo que no pudimos en el pasado.

Nuestros hijos son una vida independiente, y no podemos vernos en ella. Más que para ayudar a lograr sus metas y enseñarles a ser mejores cada día.

Para no repetir las tristes consecuencia que hemos sufrido, lo mejor es, en primer lugar :

Entender lo que nos ha ocurrido.

Que las personas somos diferentes, que nadie tiene la única razón, sino, cada uno tiene su razón única, y que esta verdad no nos limita, nos hace independientes, pero pudiendo compartir con quienes piensan y viven de forma distinta.

Perdonar

Perdonar, no olvidando, pero si cerrando una etapa de la vida. Posicionándonos en una de avance, porque sólo podemos seguir adelante, si dejamos a un costado el resentimiento, el odio y el rencor.

Una vez libres de todo sentimiento negativo, podemos entendernos a nosotros mismos, aceptándonos con virtudes y defectos, apoyándonos en las cosas buenas que alcanzamos, a pesar de las dificultades.

Y por último, ya lejos del trauma de una niñez poco feliz, encaminarnos en lo que deseamos alcanzar. Libres, felices de ser quiénes somos. Y enfocados en la próxima meta.

Y ser hijos, ser padres y cometer errores, pero siendo responsables de lo que elegimos.

Elegir o que nos elijan, porque quizá, alguien necesite de nuestra experiencia de vida, para ser lo mejor para alguien más.