Cómo liberarnos de los bloqueos mentales: Es lunes y estamos en plena batalla. Nos disponemos a planear la semana; intervalos de té, Facebook, el correo nos indica movernos más rápido, el tiempo parece agotarse, como si la arena ya estuviese en el fondo y sepamos que de un momento a otro, debamos dar vuelta el reloj nuevamente. La casa inmóvil, cada rincón nos grita desde los muros. Las manos se vuelven torpes al pretender encender la hornalla, nos hemos quedado un rato más en la cama esta mañana, pensando en nada, en todo, tirados boca arriba leyendo algo indefinido en el techo.

liberarnos de los bloqueos mentales

Sabemos que algo tenemos que hacer, pero no sabemos bien qué es.

No sabemos si hacer el desayuno, abrir la ducha, sacar al perro, levantar a los niños para ir a la escuela o salir corriendo en medio de la avenida y no parar hasta habernos alejado lo suficiente de todo esto. Sin embargo, decidimos comenzar el día.


Vamos camino al colegio, con lo que conlleva una mañana de invierno: los gorros, bufandas, las calles grises, los autos en sentido contrario que cargan rostros distraídos al sol que emerge desde los edificios.
Dejamos eso atrás y nos enfocamos en el trabajo, la reunión del colegio por la tarde, la cena con los padres de la mejor amiga de nuestra hija, para conocernos ya que, se irán un fin de semana a la costa y planean llevar a nuestro retoño con ellos.


La pelea con nuestro ex, los transeúntes que se amotinan en las esquinas, zombis encarando los semáforos, viendo el suelo, los celulares, el bus. Las plantas de los pies resistiéndose a continuar el paso, revelándose torpes e inestables, haciéndonos tastabilla con esta mañana que no para de ponernos a prueba. El viaje efímero de cada día, para llegar a ninguna parte, a ningún escenario nuevo.


Las caras robotizadas al llegar a destino, un saludo pálido en sus bocas inexpresivas. El sonido difuso de una máquina de café a lo lejos, el sweater que compramos el fin de semana que nos empieza a asfixiar.

Frente al día lunes, que ya no es un lunes ni un día más, frente a un universo paralelo de bellas imágenes, de pasados momentos sonrientes, el jefe que llega para hacernos la observación de los minutos que hemos llegado tarde, que ya suman horas desde la semana pasada. Todo comienza a tornarse irreversible.

La canilla del baño que gotea, la lámpara sin foco, la silla que sostiene nuestro esqueleto alborotado, sin que nadie note lo que está ocurriendo. En silencio disponemos el día, en silencio a lo que nos pasa por la cabeza y el corazón, y seguimos adelante. Notamos esa visión borrosa, pero seguimos igual, tratando de no alterar más las cosas, haciendo lo de siempre, pero no queriendo hacerlo más.

Sabemos que no podemos escapar, pero sabemos que debemos tomar una decisión inminente.

Los muchos días, años de agotamiento se no han venido encima, sintiendo el desgano de las horas, contando los segundos para dejarnos caer en un sueño, casi profundo, si no fuera por la luz, el estacionamiento, el agua de la canilla, la pérdida de memoria de mamá y el perro del vecino que no para de ladrar.¿Cómo salir de todo eso?, ¿cómo plantarse y decir basta? O mejor dicho, ¿cómo lograr liberarnos de nuestra propia pesadez emocional?

La rutina no ayuda a vivir en plenitud, eso ya lo sabemos. Pero podemos hacer de esa rutina, un mundo de emociones diversas y así, vivir el día a día con mayor energía y liberarnos de los bloqueos mentales

¿Cómo lo logramos?

En primer lugar, tener siempre como prioridad nuestra propia entereza, nuestro propio ser.

Si entendemos que somos los únicos que podemos hacer lo que hacemos, que somos la columna vertebral de nuestra casa y familia, pues entonces nos tenemos que cuidar, mimar y atender acorde a esa realidad.

Mimarnos, hacernos un tiempo para nosotros mismos

para ir al gym, a una clase de guitarra, aprender cerámica, tejido, o lo que queramos y nos guste hacer.

Comprarnos eso que hace mucho vemos en la vidriera y creemos sale muy caro.


Ir a un museo, un recital, a dar un paseo en lancha, a sentarnos en un parque a contemplar el cielo. Salir solos, tomarnos como alguien en serio y aprender a convivir con nuestra compañía.

Organizar salidas espontáneas

después del colegio: un helado, una caminata al aire libre y disfrutando de la naturaleza. Una piza en la cama viendo una peli divertida, reír con ganas, olvidarse de las tareas y responsabilidades por un par de horas.

Solucionar los problemas de a cuerdo a su importancia y verdadera urgencia.

Recordando que, si tiene solución, hay que quedarse tranquilos, y si no, también, ya que nada podemos hacer.

Un baño largo, agradable, que nos ayude a reflexionar sobre todo lo bueno que nos pasa, concentrarnos en lo que tenemos y cómo podemos disfrutarlo.

Una copa de vino viendo las estrellas, una cena distendida, dejando entrar sólo pensamientos positivos

Que sumen ideas para concretar soluciones y olvidarnos de rencores y venganzas. Vivir, esa es la premisa. Y para lograrlo, debemos aprender a decir no, atrevernos a cambiar, modificando nuestro pensamiento y abriéndonos a un nuevo entendimiento.

Divertirse cada día, crear momentos de felicidad, de alegría.

En casa, en el viaje, en el trabajo y a solas. Todo es cuestión de querer, y de dejarse llevar por las ganas de estar bien y en óptimas condiciones internas.

Hagamos el intento ahora, ya. No esperemos más para liberarnos de los bloqueos mentales, porque el tiempo una vez que pasa por nuestras vidas, no regresa jamás.