Las ratas del cementerio CUARTA PARTE: Algunos terrones húmedos le cubrieron las piernas. Más adelante, otro desprendimiento capturó sus pies, del cual logró salir con esfuerzo. ¡El túnel completo se estaba desplomando!

Jadeando con pavos, reptaba mientras la tierra caía. El pasadizo se fue haciendo más estrecho hasta llegar a un punto en el que no podía mover las manos ni las piernas para continuar. Masson se retorció igual que un gusano, hasta notar un trozo de raso debajo de sus dedos y toparse con algo que le impidió avanzar. Movió sus piernas y verificó que no se habían quedado atrapadas en la tierra.

Se encontraba boca abajo. Al intentar erguirse, vio que el techo del túnel estaba por tocar su espalda. El terror lo inundó. Al escapar de aquella criatura ciega y horrible, se había metido en un túnel adyacente y sin saluda. ¡Estaba en un ataúd! ¡Un ataúd vacío, al que había accedido por el orificio que las ratas le habían hecho por el extremo!

del cementerio

Trató de colocarse boca arriba sin éxito. La tapa del féretro le obligaba a permanecer inmóvil. Inspiró e intentó empujarla. Era inútil y aun cuando consiguiera salir del ataúd, ¿cómo podría salir a través del metro y medio de tierra que lo cubría?

Casi no podía respirar. Sentía un calor asfixiante y el hedor era insoportable. En un arrebato de pánico, arañó el forro hasta desgarrarlo. Intentó inútilmente cavar con sus pies en la tierra que lo mantenía prisionero. Si pudiera cambiar su postura, podría cavar con sus uñas una abertura hacia el aire…

Una cruel agonía le penetró el corazón, sentía como el pulso se le escapaba por los globos oculares. Sentía su cabeza hinchada, como si le fuera a estallar. Y entonces escuchó los chillidos de triunfo de las ratas. Gritó, enloquecido, más no consiguió apartarlas esta vez. Por breves segundos se retorció con histeria dentro de su angosto encierro y entonces, se tranquilizó, exhausto por la falta de oxígeno.

del cementerio

Cerró sus párpados, sacó la lengua ennegrecida y se abandonó a la oscuridad de la muerte, mientras los chillidos dementes de las ratas resonaban en sus oídos.

Espero hayan disfrutado de este maravilloso y escalofriante relato Las ratas del cementerio (Henry Kuttner)!