“Los nenes con los nenes, las nenas con las nenas” cantaban “Las primas” y así cristalizaban una forma de pensamiento que se viene arrastrando desde la antigüedad y que se fue acentuando, especialmente, con la llegada del capitalismo a la humanidad. Pero todo nuestro pasado está, justamente, para ser reflexionado y he aquí un cuestionamiento sobre cómo afectan los estereotipos de género en los niños.

Los estereotipos de género son modelos o patrones de conducta que definen cómo deben ser, actuar, pensar y sentir los hombres y las mujeres en una sociedad. En definitiva, dicen qué cosas se asocian a las mujeres y hombres.

Vale aclarar: El sexo con el que nacemos es una suerte, un juego de azar biológico. La sexualidad y el tipo de persona que queremos ser es ni más ni menos que una decisión individual.

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Los niños nacen y se desarrollan dentro de un entorno en particular. Los primeros años de vida son claves para su futuro desenvolvimiento como individuo de la sociedad. Las perspectivas que les inculcamos, mostramos y ejemplificamos son las herramientas con las que ellos verán el mundo, al menos, hasta desarrollar su conciencia crítica en base a la experiencia personal.

Imposición de estereotipos

A los ojos de los recién llegados, los adultos somos “guías”, figuras en las que ellos depositan absoluta confianza e intentan reflejarse. Sin embargo, sin darnos cuenta y por supuesto, sin malas intenciones, solemos transmitirles información que tenemos naturalizada y que termina condicionando el desarrollo del niño como ser social, así como también, puede alterar el aspecto psicológico: Confusiones, anhelos reprimidos y fenómenos de conducta.

Todos llegamos a cierta madurez, habiendo construido una personalidad, que será la que nos determine en nuestro entorno. En esta construcción, la libertad es un fenómeno indispensable para un desarrollo saludable.

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La libertad de expresarse y sentirse. La libertad de elegir qué le gusta y qué no. Son sumamente necesarias para que esa criatura se transforme en una persona segura de sí misma, valorándose como es y satisfecha con sus hábitos y costumbres. Los grandes, como guías, podemos transmitirles ciertos niveles de disciplina y debemos mostrarles las diferentes posibilidades de las cosas, así como darles el espacio para que ellos descubran cuál de todas quieren adoptar.

Sin embargo, padres, tíos, abuelos y amigos, desde el comienzo anhelamos saber el sexo del bebé que está por llegar. Para saber de qué color debe ser la ropa que vestirán, cuáles serán los juguetes con los que deben entretenerse y cuáles serán las costumbres que debemos inculcarles.

El celeste, los superhéroes, si naciste “nene”. El rosa, las muñecas y la cocina si naciste “nena”. Es decir: Antes de que el niño conozca el mundo, estamos reduciéndolo a una estética masculina/Femenina, determinando sus futuros hábitos y decidiendo con qué se identificará.

Influencia en los niños

En definitiva, este intento de disfrazar a un ser humano con aspecto y conductas masculinas o femeninas, influye en el pequeño mucho más de lo que podemos imaginar:

  • Incentivan al niño a rodearse casi exclusivamente a los de su mismo “género” opacando las posibilidades de experiencias con el “sexo opuesto”
  • Incitan al prejuicio de que hombres y mujeres son completamente diferentes y casi siempre, poniendo a la mujer en una posición inferior o de debilidad
  • transmiten estereotipos sexistas que mantienen, generación tras otra, el malestar psicosocial.
  • Contribuyen a fomentar las manifestaciones de violencia de género tanto en la infancia como en su futura adultez.
  • Favorecen el machismo, ya que la misma dinámica que opone un género con otro, es la que representa lo masculino como superior de lo femenino.
  • Limitan las posibilidades, formas de expresión y comportamientos, de hombres y mujeres.
    Puede generar malestar individual, al no poderse desarrollar por completo la personalidad, o aquellos factores que quedan privados por pertenecer a un rol determinado.
    Limita las oportunidades de los niños y los encasilla en determinadas funciones sociales.
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Libertad y respeto suelen ser dos mejores amigos del desarrollo de un niño. Del otro lado, cualquier estereotipo es opresor, exclusivo y generador de violencia. Que el universo se le presente entero para que pueda elegir, que pruebe, experimente, se equivoque y vuelva a probar. Deja huellas en sus espíritus, pero no marques sus pasos. No le impongas tu propio mundo, déjalo construir el suyo.