A veces nos adaptamos a lo que tenemos pensando que eso nos hace felices. Forzamos, nos obligamos a, o simplemente se vuelve algo inconsciente. La felicidad no duele, no debe oprimir ni quitar el aire sino que debe permitirnos ser felices, adueñarnos de nuestro propio camino para tomar decisiones en base a lo que deseamos.

56c6fbe7578c5691baf0700c36cb01d7

Nos adaptamos para sentirnos seguros. Pero a veces sentirnos seguros no implica ser felices. Cuando somos chiquitos nos sentimos cobijados, amados, cuando nos aúpan, cuando nos abrigan, cuando nos atienden y nos cuidan. A medida que nos vamos haciendo adultos esa necesidad de sentirnos seguros sigue muy presente. Sin embargo, esta búsqueda de seguridad muchas veces no dirige nuestro comportamiento desde la conciencia.

Lo curioso es que, el más sensible frente a esta necesidad, es nuestro cerebro. A él no le agradan los cambios ni los riesgos. Es él quien nos invita a adaptarnos aunque no seamos felices, porque la seguridad garantiza la supervivencia. Sin embargo hay algo que debemos tener bien en claro: la adaptación no siempre va de la mano de la felicidad.

srv_foto

Para ser feliz hay que tomar decisiones. A pesar de que nuestro cerebro sea resistente al cambio, también está diseñado para hacer frente a los desafíos y sobrevivir a ellos. Los invito a no recluirse en sus zonas de confort inventando un sucedáneo de felicidad. Vayan tras sus sueños, luchen por lo que desean. Busquen ese amor que no duele. Ese trabajo que no degrada, esas relaciones que suman y no que restan.

¿Se animan?