Salmos al Rey David

A Continuación te mostraremos los salmos de protección al rey David mas poderosos. Los cuales son el Salmo 109, Salmo 144 y finalmente el salmo 86.

Salmos al Rey David

Salmo 109: El rey David pide castigo para sus enemigos

I

Oh Dios, a quien alabo,
no te quedes distante y callado
mientras los perversos me calumnian
y dicen mentiras acerca de mí.
Me rodean con palabras de odio
y sin razón pelean contra mí.
Yo los amo, pero ellos tratan de destruirme con acusaciones,
¡incluso mientras oro por ellos!
Me devuelven mal por bien
y odio a cambio de mi amor.
Dicen: «Consigan a un malvado para que se ponga en su contra;
envíen a un acusador para que lo lleve a juicio.

II


Cuando llegue el momento de juzgar su caso,
que lo declaren culpable.
Tomen como pecados sus oraciones.
Que sean pocos sus años;
otro tome su lugar.
Que sus hijos queden huérfanos de padre,
y su esposa quede viuda.
Que sus hijos vaguen como mendigos
y que los echen de sus hogares destruidos.
Que los acreedores se apoderen de toda su propiedad,
y que los extraños se lleven todo lo que ha ganado.
Que nadie sea amable con él;
ninguno tenga piedad de sus hijos sin padre.
Que toda su descendencia muera;
el nombre de su familia quede borrado en la próxima generación.
Que el Señor jamás olvide los pecados de su padre;
los pecados de su madre nunca se borren de los registros.

III


Que el Señor siempre recuerde estos pecados,
y que su nombre desaparezca de la memoria humana.
Pues rehusó mostrar bondad a los demás;
persiguió al pobre y al necesitado,
y acosó hasta la muerte a los de corazón quebrantado.
Le encantaba maldecir a otros;
ahora, maldícelo tú a él.
Jamás bendijo a nadie;
ahora, no lo bendigas a él.
Maldecir le resulta tan natural como la ropa que usa,
o el agua que bebe
o los alimentos deliciosos que come.
Ahora, que sus maldiciones se vuelvan en su contra y se le peguen como la ropa;
que le aprieten como un cinturón».

IV


Que esas maldiciones sean el castigo del Señor
para los acusadores que hablan mal de mí.
Pero a mí trátame bien, oh Señor Soberano,
¡por el honor de tu propia fama!
Rescátame
porque eres tan fiel y tan bueno.
Pues soy pobre y estoy necesitado,
y mi corazón está lleno de dolor.
Me desvanezco como una sombra al anochecer;
me quitan de encima como una langosta.
Mis rodillas están débiles de tanto ayunar
y estoy reducido a piel y huesos.
Soy objeto de burla para la gente;
cuando me ven, menean la cabeza en señal de desprecio.
¡Ayúdame, oh Señor mi Dios!.

V

Sálvame a causa de tu amor inagotable.
Haz que vean que esto proviene de ti,
que tú mismo lo has hecho, Señor.
Entonces que me maldigan si quieren,
¡pero tú me bendecirás!
Cuando me ataquen, ¡serán deshonrados!
¡Pero yo, tu siervo, seguiré alegrándome!
Que mis acusadores se vistan de vergüenza;
que la humillación los cubra como un manto.
Pero yo daré gracias al Señor una y otra vez,
lo alabaré ante todo el mundo.
Pues él está junto al necesitado,
listo para salvarlo de quienes lo condenan.

Salmos al Rey David

Salmo 144: tras triunfar en todas sus batallas, David compuso este Salmo de alabanza a Dios

¡Bendito sea el Señor, mi protector!
Él es quien me entrena y me prepara
para combatir en la batalla;
él es mi amigo fiel, mi lugar de protección,
mi más alto escondite, mi libertador;
él es mi escudo, y con él me protejo;
él es quien pone a los pueblos bajo mi poder.


Señor,
¿qué es el hombre, para que pienses en él?
¿Qué es el ser humano, para que tanto lo estimes?
El hombre es como un suspiro;
su vida pasa como una sombra.
Señor,
descorre la cortina de los cielos, y baja;
toca los montes para que echen humo;
lanza tus flechas, los relámpagos,
y haz huir en desorden a tus enemigos.
Extiende tu mano desde lo alto,
y líbrame del mar inmenso;
líbrame del poder de gente extraña,
de los que dicen mentiras
y levantan su derecha para jurar en falso.


Señor,
voy a cantarte una canción nueva;
voy a cantarte himnos con el salterio.
Tú, que das la victoria a los reyes;
tú, que libraste a tu siervo David,
líbrame de la espada mortal;
líbrame del poder de gente extraña,
de los que dicen mentiras
y levantan su derecha para jurar en falso.
Nuestros hijos crecen como plantas en un jardín;
nuestras hijas son cual columnas labradas
que sostienen la estructura del templo.


Nuestros graneros están llenos,
repletos de toda clase de alimentos.
Nuestros rebaños aumentan por millares,
por miles y miles en nuestros campos.
Nuestras vacas quedan preñadas,
y no tienen su cría antes de tiempo.
No hay gritos de alarma en nuestras calles.
¡Dichoso el pueblo que tiene todo esto!
¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor!

Salmo 86: del Rey David al Señor del mundo

I

Señor, dígnate escucharme,
porque estoy muy triste y pobre;
protégeme, pues te soy fiel.
Tú eres mi Dios;
¡salva a este siervo tuyo que en ti confía!
Señor, ten compasión de mí,
que a ti clamo a todas horas.
Señor, alegra el ánimo de este siervo tuyo,
pues a ti dirijo mi oración.
Porque tú, Señor, eres bueno y perdonas;
eres todo amor con los que te invocan.

II


Señor, escucha mi oración,
¡atiende mi plegaria!
En mi angustia clamo a ti,
porque tú me respondes.
¡No hay dios comparable a ti, Señor!
¡No hay nada que iguale a tus obras!
Oh Señor,
tú has formado a todas las naciones,
y ellas vendrán a ti para adorarte
y para glorificar tu nombre.
Porque sólo tú eres Dios;
¡tú eres grande y haces maravillas!
Oh Señor, enséñame tu camino,
para que yo lo siga fielmente.
Haz que mi corazón honre tu nombre.
Mi Señor y Dios,
te alabaré con todo el corazón
y glorificaré siempre tu nombre.

III


¡Inmenso es tu amor por mí!
¡Me has librado de caer en el sepulcro!
Oh Dios,
una banda de insolentes y violentos,
que no te tienen presente,
se han puesto en contra mía y quieren matarme.
Pero tú, Señor,
eres Dios tierno y compasivo,
paciente, todo amor y verdad.
Mírame, ¡ten compasión de mí!
¡Salva a este siervo tuyo! ¡Dale tu fuerza!
Dame una clara prueba de tu bondad,
y que al verla se avergüencen los que me odian.
¡Tú, Señor, me das ayuda y consuelo!.

Esperamos que hayan sido de su agrado estos Salmos al Rey David. Hasta pronto.