Desorden.

Nada en su lugar. La mesa llena de vasos, el salón cubierto de polvo, el pasillo regado de zapatos de todos los integrantes de familia, la habitación al revés. Hay que ordenar para ordenarse

Todo es un reflejo de lo que nos pasa dentro y lo exteriorizamos dejando caer cada cosa en el lugar que se le ocurra, sin pretender arreglarlo, más bien, contemplando su exquisita decadencia, la nuestra misma.

Podemos observar que, si no limpiamos y ordenamos, nunca podemos encontrar las cosas en su sitio. Pasamos largas horas buscando el peine, que debería estar en el toilette, pero ahora se encuentra desaparecido.

El desorden externo, el que dejamos ver a los demás, no es más ni menos que una llamada de auxilio interna, silenciosa, desgarradoramente impotente y real.

Nada se hará solo, ni lo de afuera, ni lo de adentro. Es necesaria la intervención de uno mismo, de lo real de sentarse a ver qué pasa, qué nos pasa. Y tratar de ponernos en orden para comenzar a vivir en armonía con nuestro propio ser.

Orden.

Tanto sea para alcanzar resultados laborales, monetarios o personales, debemos diagramar un listado de prioridades.

Primero lo primero: El propio ser independiente a todo y a todos.

Saber qué necesitamos, qué queremos, hacia dónde pretendemos dirigirnos.

Hablarnos, escucharnos, tomarnos el tiempo de entendernos y ponernos de acuerdo con los dichos y actos de nuestra vida.

Seres independientes, creando un pensamiento propio para la toma de decisiones personales.

Una vez que podamos entender lo que nos pasa, lo que necesita nuestra alma, será mucho más fácil acordar con el alrededor, y el éter se acopla a nuestros deseos y todo comienza a fluir de manera armoniosa.

Ordenar

Es imprescindible el orden interno para lograr cualquier otro tipo de orden.

Y al revés. …

Si estamos en medio de un caos habitacional, mucho peor será encontrar el camino hacia el deseo primordial.

¿Por dónde comenzar?

Por lo que más nos cuesta. Debemos ordenar. Si, es lo que nadie quiere hacer, por supuesto, si estamos caminando en un valle de huesos secos, es precisamente porque dejamos aquello que más nos cuesta siempre para otro momento, ocurre que, ese momento nunca llega.

Y seguimos sumando espacios vacíos, dejando la basura bajo la alfombra ( casi literal, claro)… y se nos llena la casa, el jardín, la cabeza y el corazón de pura inutilidad, de diarios viejos, de telas de araña, de polvo y basura acumulada.

Comenzar por eso que nos enoja, nos deprime, nos saca arrugas de cansancio, es, sin dudas, el paso más firme y contundente.

No se trata de levantarse y decidir comenzar una nueva vida, sino, de vivir la que tenemos, en vez de dejarlo todo para más adelante, de quejarnos por lo que no podremos hacer o de llenarnos de miedos.

Comenzar por lo más duro, lo que nos llevará más tiempo y energía. Sacarlo del medio de una buena vez. Ordenarlo, limpiarlo, vaciarlo, dejarlo como nuevo.

Ordenar con voluntad

Contemplar el enorme poder que tiene sobre nuestra voluntad y torcer ese destino cruel en un abrir y cerrar de ojos, porque una vez que hayamos terminado con la parte más difícil, el resto será un placer.

Ordenar, limpiar, perfumar los ambientes que transitamos a diario y los que no.

Plantar flores coloridas, colocar adornos nuevos, sumar pequeños detalles visuales a nuestro hogar, aunque no lo parezca, es vital para la salud física y mental.

Cambiar de lugar los muebles, sobre todo la mesa que usamos diariamente y la cama. Eso ayuda a renovar la energía, hace que lo negativo se evapore y que lo positivo circule.

Ordenar, ordenarse y mantener una armonía entre el adentro y el afuera.

Y no se trata de no dejar nada fuera de su lugar. Se trata de encontrarse cada vez que necesitamos buscarnos para acomodar un dilema nuevo…

Ordenarse, no permitir que el desorden nos entorpezca los pasos que queremos dar para avanzar…

Ordenar… para poder visualizar lo que está por llegar, para no perder tiempo innecesario en búsquedas erróneas.

Que este nuevo día, nos encuentre con la firmeza de sabe dónde estábamos ayer y dónde mañana.