Complejos: ¿Como se forman?

La vida, un estado quieto, sin impulsos. Sólo los básicos del mundo. Nacer y hacerse a la aventura de sobrevivir día a día a las múltiples negaciones de los sueños y las metas que nos hemos impuesto nosotros mismos. Alguien dice que esa niña es muy fea para ser modelo, o que el pequeño no logrará ser astronauta. Porque para eso hay que nacer en Norte América y con mucho dinero. Y los días se convierten en años, siendo los sueños de algunos, esas convicciones, arrebatadas y convirtiéndose en complejos de inferioridad, que nos marcará de por vida. O al menos, hasta que nos demos cuenta que tal situación, en verdad sólo existe en nuestra imaginación.

Somos únicos, diferentes, desde adentro hacia afuera. Nadie tiene un esquema a seguir desde su llegada. Nadie viene con un camino determinado, o quizá, al no saberlo con certeza, nos desviamos acorde el mundo nos indica para qué somos buenos.

Excedidos de peso, muy flacos, bajitos, altos como puertas, con gestos y una imagen que no puede coincidir con nuestro deseo de lograr ese objetivo que nos quita el sueño real.

Encajar

Y vamos tratando de encajar en una sociedad que nos impulsa sólo a consumir y ser parte de su decadencia. Pestañeamos en la noche ante nuestra convicción y nos repetimos que sí podemos. Pero al llegar el momento de definir el triunfo, nos acosa el fantasma de quienes tienen el deber de decidir. Si es que nos merecemos el esfuerzo o simplemente un apretón de manos y la huida hacia un sueño menos ambicioso.

Bien, esto suena a muy real, conocido de años y años de conducta esquiva e injusta para quienes han dejado la vida, los amigos, la familia y hasta su propio ser, embriagados de una sabiduría que, a pesar de no tener una sustentabilidad que los contenga, se han puesto en marcha contra todos y han decidido dar batalla igual para alcanzar su gloria.

Un jurado, una sola persona que es la encargada de abrir la primera puerta. La negación cruel de una realidad ficticia, porque a ellos le ha pasado también antes de llegar a la cima, y todo se derrumba.

Y para algunos muchos, es el comienzo de un final. La chica de pocas o demasiadas curvas, que odiará su cuerpo y tratará de dañarlo con exceso de alimentos. O en su defecto, con escasez de los mismos, quedando atrapada en un mundo paralelo de perdedores innatos. Porque varios la han convencido de que nunca podrá ser alguien por su apariencia.

El chico de anteojos, bastante tímido que sabe demasiado de electromecánica. Pero nunca llegará a ser nadie, porque es pobre, su apariencia es lastimosa y nadie le daría crédito a alguien que vive en el interior.

Consecuencia

Y así, se ha creado los complejos (sólo por detallar dos casos) que marcarán el interior de las personas y las dejará en ningún sitio seguro. Desconfiados, heridos, con su autoestima hecha triza, un ánimo devastado y un corazón endurecido.

No serán felices, no podrán amar libremente. Sentirán ese resentimiento por siempre, quedando al margen de todo y de todos.

Ahora bien, pensemos por un instante en ser esa persona. Con una meta a alcanzar, un sueño ambicioso, del cuál sabemos, somos capaces de lograr realizar. Pero lleno de complejos.

Una puerta, otra, otra y otra más. ¿Cuánto más?, ¿cuánto desánimo hasta dar con la persona indicada. Aquella que pueda creer en nosotros y nos pueda dar un voto de confianza y la llave de la primera puerta?

Seguramente muchas, pero ¿qué somos, más que un ser humano dotado de esa magia que nos caracteriza, esa que nos ha desvelado mil noches para perfeccionarnos en esa tarea para la cual hemos nacido, que encaja con nuestro esqueleto y por la que no hemos tenido que esforzarnos tanto, porque nos sale con naturalidad?

La convicción, esa palabra tan perfecta que pareciera seducirnos en un momento determinado y luego de algunas o varias decepciones, se esfuma y nos deja un vacío enorme en el pecho.

La duda

La duda, gran enemigo, único en su especie, que va de la mano de destinatario: el miedo.

¿Y qué hacer ante este paisaje desolador, con dudas, miedos a fallar y que se rían aún más de nuestra entereza no tan convencida ya de subsistir?

Nosotros mismos somos la respuesta. Nosotros y esa locura que nos mueve en el aire, que nos asegura continuar, no importando los resultados, porque, no necesitamos la aprobación de nadie más que la nuestra. Mirarnos y decidir que si podemos, que fallar, es sólo un intento, no lo que determina el resultado final.

Fallar pero no fallarnos, no dejar que alguien más, por más títulos y profesorados que posean, nos arrebate nuestra confianza y nos determine a ser lo que no somos.

Entender que, somos seres humanos, que nada es o no para nosotros, que eso lo vamos armando con las experiencias, las creencias, el empuje y las ganas que llevamos en nuestro interior y que nosotros decidimos, qué está bien o mal para nuestra vida.

Querernos más que a nada, apoyarnos en las caídas, levantarnos más enteros y dispuestos. Eliminar los complejos. Crecer con cada no que nos devuelvan, plantarnos firmes y decididos, no a triunfar, sino a no perder nuestra fe en lo que hacemos y en lo que creemos que sabemos hacer.

Y la meta, ya estará alcanzada, con solo existir ese sueño, trabajar cada día en ello, no permitir que nos roben las ganas y no escuchar palabras de desánimo.

La vida es nuestra, los sueños y las victorias también.

A no aflojar y recargar más las energías para lograr lo que nos proponemos para hoy.

Cada día en un milagro y una oportunidad de demostrar quiénes somos.