Era virtual

Un mundo. Habitantes por doquier. Un universo repleto de variantes para nuestro bienestar. Paisajes, naturaleza expuesta a nuestro alcance en cada sitio dónde vamos: parques, plazas, aire que respirar a montones para oxigenar nuestros pulmones y nuestras neuronas. Y lo desperdiciamos… Seres dispuestos a amar, a entregar el sentimiento más noble, la matriz del universo todo. Pero al parecer, sólo hay nada allí afuera. Debido a la era virtual. Una jungla vacía, un estado de pausa al corazón, a la visión, a la vida fluyendo a nuestro alrededor.

Un abismo entre seres, un obstáculo demasiado profundo y vial como para poder acceder a lo que soñamos un día construir. La vida desmoronándose a nuestro paso, un golpe a los sentidos y a la era que ya se ha instalado aquí.

era virtual

La tecnología y su autismo desesperante.

Un paso al avance que nos despega definitivamente de la mortaja de la inoperancia mundial, devolviéndonos tranquilidad por años de pasar inadvertidos entre nosotros mismos, sin embargo, todo lo que se impone como moda, trunca la satisfacción y la vuelve agonía.

Mayores, menores, adolecen ante un mundo virtual, esquivo, frío y engañoso.

No es que todo sea malicioso, pero desde que los celulares han copado el universo, las calles, las casas, las escuelas, las mesas y las relaciones, se ha congelado la espontaneidad y los juegos de seducción tan bien enfocados para relacionarse en tiempo real.

Hoy, es más factible ver zombies caminando sin rumbo fijo en las veredas amanecidas de cada ciudad, con los ojos puestos en una pantalla cada vez más grande y finita, que enamorarse con las charlas entre desconocidos que intentan relacionarse vivamente.

Ante un presente tan robotizado, me pregunto: lo que se querrá olvidar, ¿será la razón fundamental por la que estamos aquí?

Sólo me pregunto en silencio, llenando este mismo espacio, a través de una pantalla plana y finita.