Pecados capitales:

Los siete pecados capitales corresponden a la clasificación de los vicios o deseos del hombre según las enseñanzas morales del cristianismo.

Esto quiere decir que la compulsión por los pecados capitales tienta a las personas satisfacer su deseo a toda costa, lo que implica cometer otros pecados para lograrlo.

En ese sentido, quien es movido por los pecados capitales se deshumaniza y deshumaniza a los otros al reducirlos a meros obstáculos de su deseo o instrumentos de su voluntad.

Significado

Lujuria

La lujuria se basa en la excesiva presencia de pensamientos de tipo sexual y los pensamientos posesivos relacionados con otra personas, ya sean cercanas o no.

Gula

La gula se identifica con el ansia y la glotonería. Es decir, el consumo excesivo de comida o bebida que también puede incluir el egoísmo que afecta a las relaciones interpersonales. Unos comportamientos destructivos que se basan en el abuso.

Avaricia

La avaricia es un pecado capital que basa su máxima en el egoísmo. Es decir, la obtención de riquezas, mayormente materiales, con la finalidad de guardarlas sin compartir nada con los demás. Las personas que sienten avaricia también pueden gastar todas sus riquezas en cualquier momento sin contar con nadie para ello.

Pereza

La pereza radica en la incapacidad de una persona en realizar o aceptar algo. Un pecado que se basa en la falta de madurez y que suele perjudicar a otras personas a la hora de realizarlo.

Ira

La ira tiene que ver con el enfado y el odio hacia los demás. Un sentimiento tan agresivo como peligroso que puede ocasionar daños irreversibles como el homicidio. La discriminación y el abuso sexual también forman parte del pecado capital de la ira.

Envidia

La envidia supone simplemente tener el continuo deseo de poseer aquello que otro tiene en su poder. En muchas ocasiones, esto se convierte en un trastorno obsesivo del que pueden desembocar múltiples enfermedades.

Soberbia-Orgullo

La soberbia se basa en ese deseo incontrolable de intentar ser o mostrarse siempre mejor que los demás. Es decir, creerse superior de forma física e intelectual que el resto de personas. Un pecado que resulta de la sobrevaloración del yo personal.

Qué dice la Biblia sobre ellos

Envidia, celos

La envida trae disensión y discordia. «Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas» (Santiago 3:16). Muchas veces somos tentados por la envidia al ver a otros triunfar o ser reconocidos y sentirnos ignorados. Ahí comienza a plantarse la semilla de la envidia y los celos. Necesitamos estar alertas y firmes en el Señor para no ceder ni caer en su trampa.

Nuestra actitud cambia cuando estamos llenos del Espíritu Santo. Aprendemos a gozarnos con los logros de los demás. En Romanos 12:15 dice: «Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran». Ahí está la clave. Primero, aprender a estar felices y satisfechos con todo lo que Dios nos ha dado. Luego, pedir a Dios que transforme nuestro corazón para que podamos sentir un gozo genuino al ver los logros de los demás.

Gula

Este es otro pecado que daña nuestro cuerpo. Algunos piensan que para mostrar su valor deben comer con abundancia en restaurantes exclusivos y beber bebidas costosas. Otros intentan saciar sus necesidades emocionales o reparar el daño que han causado a sus seres queridos a través de la comida y las bebidas alcohólicas. Nada de esto agrada a Dios.

Soberbia-Orgullo

La Biblia deja claro que a Dios no le agrada el orgullo y nos advierte que su fruto es la destrucción. «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso» (Proverbios 16:18). Destruye amistades, familias y destruye nuestra dependencia de Dios.

Nuestra actitud debe ser de humildad, de aprecio a los que nos rodean. Romanos 12:3 nos exhorta: «Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación».

El mayor ejemplo de humildad lo encontramos en Jesús y él debe ser nuestro modelo en todo. Jesús estuvo dispuesto a humillarse por amor a nosotros y morir en la cruz para darnos salvación. Debemos dejar que su amor nos transforme y fluya a través de nuestras vidas para que él reciba toda la gloria.

Avaricia

Pecados capitales

Dios nos provee todo lo que necesitamos, debemos estar satisfechos con su provisión. La avaricia crece cuando sacamos a Dios del trono de nuestro corazón y colocamos la insatisfacción y el deseo de tener más. Mateo 6:24 dice «Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas». Para librarnos de la avaricia necesitamos decidir quién será el dueño de nuestro corazón

Ira

La Biblia no nos prohíbe enojarnos. El enojo es una emoción buena en circunstancias tales como la injusticia, el abuso o la opresión impulsándonos a contribuir para evitar que esa situación continúe.

Lo que la Biblia sí prohíbe es dejar que el enojo se convierta en ira destructiva e irracional. En Efesios 4:26-27 leemos: «Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo». Vemos que hay un nivel de enojo, la ira, que es pecaminoso y no debemos permitir que nos domine pues abre una puerta a la influencia del diablo.

Lujuria

Cuando Jesús entra en nuestros corazones transforma la forma en la que vemos todo, incluido nuestro cuerpo. Nos damos cuenta de que nuestro cuerpo le pertenece a Dios ya que él nos creó. Su propósito para nosotros es que le glorifiquemos en todas nuestras acciones, palabras y pensamientos.

Todas las áreas de nuestra vida deben mostrar que Jesús es nuestro Señor. Necesitamos someter a él el área sexual. Cuando somos de Dios tratamos con respeto nuestro cuerpo y el de los demás, no dejamos que nos controlen pensamientos impropios que no glorifican a Dios. Rechazamos lo que desagrada a Dios y dejamos que el Espíritu Santo nos dirija y nos enseñe a apreciar y a respetar nuestro cuerpo y el de los que nos rodean.

Pereza

El perezoso se aparta de los demás física y emocionalmente pues solo desea su propio descanso y bienestar. Proverbios 6:9-11 lo describe así: «Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos… ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado!».